Antonio González Araya
Un hombre encontró un capullo y lo llevó a casa, quería saber y observarcomo emergía la mariposa del capullo. Un día algo pequeño apareció, El
hombre se sentó y observó por algunas horas como la mariposa luchaba
forzando su cuerpo a través de la pequeña abertura del capullo.
Parecía que no había ningún progreso. Era como si la mariposa no pudiese
salir. Estaba atascada. El hombre en su bondad decidió ayudar a la
mariposa. Tomó unas tijeras y cortó lo que faltaba para que saliera el
pequeño cuerpo de la mariposa. Y así fue, la mariposa salió fácilmente.
Pero su cuerpo era pequeño y retorcido, y sus alas estaban arrugadas. El
hombre continuó observándola en espera de que en cualquier momento la
mariposa estirara las alas. Paro nada pasaba. De hecho la mariposa pasó el
resto de su vida arrastrándose en su retorcido cuerpo, sin poder volar.
Lo que el hombre no entendió, a pesar de que lo hizo movido por su gran corazón
y lo que suponía una urgencia, era la lucha que requería la mariposa para salir del pequeño capullo y que esa lucha para salir del agujero era la manera en que Dios inyectaba fluidos desde su cuerpo hacia las alas, de manera que se fortaleciera, para alistarla para volar y lograr la libertad. Libertad y vuelo que sólo vendrían después de vencer ese obstáculo.
Privando a la mariposa de la lucha, el hombre le impidió adquirir el desarrollo vital.... que le daría la fortaleza necesaria para volar y alcanzar su libertad.
Esta situación es perfectamente aplicable a las personas: algunas veces, las luchas y las
aflicciones son exactamente lo que necesitamos en nuestras vidas para liberarnos ,
reaccionar y volver a seguir nuestro camino, con la cabeza alta y siempre hacia delante…
Si Dios nos permite ir por nuestra vida sin obstáculos, ni metas que superar, quizás no seríamos tan fuertes como lo hemos sido hasta ahora.
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