1988: Abandonada por un novio cruel, Dougless llora sobre una fría estatua en una iglesia inglesa. De repente, como en respuesta a sus plegarias, aparece un hombre extraordinario. Él era Nicholas Stafford, Conde de Thornwyck y según su lápida murió en 1564. Dougless sabía que él era poco menos que un milagro; un hombre que no intentaría cambiarla, que la encontraba fascinante tal y como era ella. A pesar de todo, no podía imaginar lo fuertes que eran las cadenas que los ataban ni la aventura magnífica en que se embarcarían.
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